domingo, 5 de octubre de 2008

Juan R. Cuadrado Roura: "Ser economista...con la que está cayendo"

La condición de economista no resulta en estos momentos demasiado cómoda.
La situación de la economía española y la evolución de las principales economías del mundo conducen a que cualquier amigo o conocido y, por supuesto, los medios, te interroguen desde hace semanas sobre la situación económica y su futuro o, simplemente, sobre qué opinas sobre alguna de las nuevas noticias y datos (con frecuencia malos) que surgen casi a diario en la prensa, radio y televisión. Cuando redacto este artículo, la quiebra del banco Lehman Brothers, la actuación del gobierno norteamericano y las posibles consecuencias y daños que pueden acompañar estos hechos han sido objeto de nuevas preguntas sobre su significado y sobre los nuevos riesgos que comporta. Y, como siempre, la pregunta: ¿tu, como economista, qué opinas?Sin duda no resulta fácil ofrecer respuestas atinadas. La prensa incluye a diario opiniones políticas que persiguen objetivos muy variados y no siempre con una buena base técnica y, por supuesto, los propios diagnósticos y opiniones de los economistas también muestran discrepancias, e incluso cambian muchas veces con rapidez a la luz de nuevos datos. El resultado de todo ello es una cierta pérdida de credibilidad de los economistas ante la situación actual. Sobre todo porque ni siquiera los grandes organismos – como el Fondo Monetario Internacional o la OCDE, por ejemplo – han ofrecido en los últimos meses signos de seguridad en sus diagnósticos y previsiones. Al contrario, desde enero hasta la fecha se han ido revisando una y otra vez – y siempre a peor – los datos sobre las tasas esperadas de crecimiento de los países y el impacto de la crisis. Incluso el Sr. Greenspan, de cuyas opiniones nadie dudaba hace meses, ha modificado su diagnóstico sobre lo que está ocurriendo, ya que si al principio se mostró bastante ponderado ahora acaba de afirmar que “esta es la crisis más profunda que ha conocido el mundo en muchas décadas”.

La caja de herramientas y la actual crisis
‘Máximo’ publicó en ABC hace varias semanas un chiste gráfico con dos interlocutores, uno de los cuales le preguntaba al otro, que ya mostraba cara de circunstancias: “Y tal como está el mundo, ¿no le da vergüenza ser economista?”. La pregunta es de las que hace pensar, pero indudablemente la respuesta a la misma no puede ser afirmativa por varios motivos. En primer lugar, porque es evidente que la ciencia económica ha acumulado en las últimas décadas una base muy importante y robusta de conocimientos que permiten “entender” el funcionamiento de la economía financiera y de la economía real y sus interrelaciones. La teoría económica, como “caja de herramientas”, según la célebre expresión de la profesora Joan Robinson, está hoy bastante bien pertrechada. En segundo lugar, porque en los últimos 50 años el aprendizaje en cuanto a las decisiones prácticas, de política económica, se ha enriquecido también en relación con lo que conviene y lo que no conviene hacer, tanto en el ámbito monetario y el papel de los bancos centrales, como en el rigor fiscal y la conveniencia de no recurrir fácilmente a las regulaciones e intervenciones directas de las autoridades en el funcionamiento del sistema productivo.A pesar de todo, parece claro que nadie anticipó correctamente las previsiones sobre el desarrollo de los hechos que han conducido a la actual crisis. Al menos en cuanto a la dimensión que ésta viene alcanzando. ¿Fallan los conocimientos económicos? Creo sinceramente que no. Lo que sí ha faltado desde agosto de 2007 hasta prácticamente el día de hoy es una información fiable y completa sobre la situación de los mercados hipotecarios y financieros de Estados Unidos y sobre las cuentas de algunas de sus entidades y bancos que sufrían serios problemas y que trataron de esconderlos o de que sus balances no se difundiesen. Esto es válido desde los casos de Fannie Mae y Freddie Mac hasta el reciente de Lehman Brothers. Al mismo tiempo, el comportamiento de otros mercados, como el del petróleo o el de los cereales y algunas materias primas, tampoco ha sido transparente sino que la evolución de sus precios ha respondido a fuerzas cuya explicación nunca estuvo del todo clara. Y, por último, no hay que olvidar que los hechos económicos y la toma de posiciones de los agentes sociales (desde los consumidores a los inversores y empresarios) se ve influida siempre por la percepción que estos tienen de los datos, previsiones y opiniones que se difunden.

Conocimientos, prudencia y buen sentido
“What does economist know? (¿Qué saben los economistas?) se preguntaba hace años el profesor Benjamin Higgins en un interesante libro así titulado. Sus respuestas no pueden sintetizarse aquí, pero sí hay un aspecto que en él quedaba claro: la Economía aporta conocimientos, pero, como ciencia social que es no puede explicar todo, ya que los hechos son más complejos y la psicología de los agentes los percibe de forma que en unos casos puede dar lugar a una euforia excesiva y, en otros, a un pesimismo muy contraproducente, como el que se está difundiendo en los últimos meses, España incluida, por supuesto.Por esta serie de motivos y porque personalmente creo que ante la crisis actual no hay soluciones milagrosas, ni varitas mágicas, creo que lo acordado en la reciente reunión de los ministros de Economía y Finanzas de los 15 países de la zona euro, constituye una toma de posición muy sensata, alejada de precipitaciones y asentada en los conocimientos que nos proporciona la Economía. En definitiva, lo que se ha reafirmado en el encuentro de Niza son varias cosas: 1) descartar la toma de medidas de urgencia; 2) avanzar en las reformas económicas dentro de cada país (el Ministro Solbes acaba de afirmar que en España “necesitamos menos burocracia, más competencia y más liberalizaciones”); 3) cumplir el Plan de Estabilidad y Crecimiento vigente para la zona, incluyendo la lucha contra la inflación y el control del gasto público; 4) apelar a que empresarios y sindicatos para que los salarios evolucionen de acuerdo con la productividad de las empresas y no en función de la inflación; y 5) la no puesta en marcha de planes de relanzamiento cuyos efectos, de acuerdo con la experiencia pasada, llegaron cuando ya habían desaparecido las causas que los justificaron, lo que contribuyó, además, a incrementar el déficit y el endeudamiento público.La crisis nos acompañará durante bastantes meses, pero esta actitud de los ministros europeos creo que responde bien a lo que la ciencia económica enseña. A algunos quizás les pueda parecer una posición inoperante. Creo que no lo es en absoluto. Sólo hay que leer y exprimir con calma los puntos antes reseñados y actuar en consecuencia.